Quatro Encuentros de Adviento – Recursos Históricos, Litúrgicos, Teológicos – CLAI, por Rev. Daylíns Rufín Pardo

Adviento: esa extraña aventura de la Esperanza.

 Rev. Daylíns Rufín Pardo

  

Tenemos arraigada la concepción de que hacer un Retiro implica irse, un movimiento, un cambio significativo de lugar y estamos en lo cierto. Pero este irse y moverse, este cambio significativo no solamente tiene que ver con el espacio físico ni es solamente un movimiento físico. Un retiro es algo que sucede también en el espacio espiritual  y demanda un movimiento hacia nuestro interior.

Salir hacia adentro. De eso se trata y nos gustaría proponerte en este Adviento cuatro momentos de Retiro, cuatro movimientos hacia tu mundo interior. Estamos hablando de una aventura hacia lo profundo de tus tesoros, de todo lo que guardas y también, junto con ello, la posibilidad de encontrar, reconocer, reorganizar, transformar, desechar y crear nuevos espacios del Espíritu en ti.

¿Dónde comienza el viaje? Pues en tu casa, y para esto te proponemos que elijas en ella un espacio donde puedas colocar por estas cuatro semanas una mesita (a algo que pueda hacer las veces de mesa) donde ubicar:

  1. Cuatro “llamitas” pequeñas y una más grande. Estas llamitas pueden ser velas o pequeñas lamparitas de aceite o combustible.
  2. Una Biblia. Si te resulta significativo puedes colocar allí la que usas siempre, o también una que te haya regalado alguien muy especial o te recuerde un momento muy especial. En fin, una Biblia para quedar allí durante este tiempo. Y finalmente …
  3. Una pequeña libreta, block de notas o simplemente hojitas de papel en blanco y un lápiz, o bolígrafo con que anotar en él.

Este será tu rincón de oración durante estos días y puedes colocar en el espontáneamente otros cosas que tengan significado para ti y contribuyan a que este, tu viaje interior, sea más bello y pleno de significados.

¿Cuánto dura este viaje? Nuestra propuesta cubre todo el tiempo de Adviento. Los encuentros son cuatro y están diseñados para acompañar cada una de las cuatro semanas que dura el mismo. Lo ideal es que puedas escoger un día exacto y, si es posible,  una misma hora de cada semana para  entregarte a esta experiencia. Lo más importante, sin embargo,  es que sea un momento que podamos realmente dedicárnoslo sin presiones, apuros o interrupciones y que podamos ser fieles a cada encuentro durante estos días, preparándonos para el mismo cómo quien tiene una cita muy , muy importante y añorada. Cada quien sabe cuándo puede procurarse un espacio de verdadera intimidad en medio de las actividades propias de sus días.

¿Hacia dónde nos lleva? Adviento nos hace transitar de la espera a la esperanza, de la lejanía al encuentro, de las tinieblas a la luz, de la soledad a la compañía. Cada uno de estos encuentros pretende acercarnos paso a paso al milagro de lo nuevo, de lo que renace. Nuestras palabras nos harán dar con la Palabra. Cada una de las luces que encenderemos nos guiará, como la estrella a los magos, hasta el sitio donde podremos entregar en ofrenda  eso que hemos guardado con nosotros durante todo el camino, y que es nuestro tesoro, el bien preciado que sabemos nuestro mejor regalo para dar. Transitar por Adviento nos lleva a descubrir que a pesar de lo poderosas que puedan parecernos las fuerzas de la desesperanza y la muerte,  la Vida siempre encuentra un espacio para renacer y habitar en nosotros una vez más.

¿Cómo se llega? ¡Quien lo sabe! Llegar es un misterio de la Gracia, un don de Fe. Estos encuentros no son el camino, solo lo proponen. Cada quien deberá  acoger y escoger  de estas propuestas lo que le parezca mejor para su viaje y bajo la guía del Espíritu encauzar su ruta. Sea que los sigamos al pie de la letra o no, que los realicemos todos o no, la invitación está hecha y el tiempo es propicio: ¡Es Adviento! Y quienes esperamos en esperanza, podremos recibir de nuevo a nuestro Salvador.

Ahora, como sugeriría el místico Fray Juan Tauler (s. XIV),   “lo mejor es callar y dejar que Dios hable aquí y opere dentro”.

ENCUENTRO # I

 

PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO

 

 

▪ Entra a tu espacio de oración. Enciende la vela más grande. Acomódate, aquiétate  e invoca:

 

Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma y enciende en mí el fuego de tu Amor.

 

DESPERTAR LOS SENTIDOS:

Escucha las palabras de esta canción. Luego de escucharla dedica un tiempo a constatar los sentimientos, emociones e imágenes que despierta en ti.

 

¿Dónde estarás?

¿Con qué misterios provocaste mis asombros?

¿Cuándo vendrás a descansarme los descuidos y salvarme de una vez?

Quizás pueda en tu magia desnudarme.

Tal vez quieras tus sueños regalarme. Tus sueños conmigo

¿Dónde estarás?

¿Con qué misterios te me acercas si te nombro?

¿Cuándo vendrás a salvarme de una vez?

 

(Polito Ibáñez, EVOCACIONES. CD: Recuentos)

 

CONSTATAR EL ANHELO:

Comparte la siguiente meditación identificándote con aquellas ideas o frases que tienen un eco en tu vida al escucharlas, porque evocan anhelos que no te son desconocidos.

 

El tiempo de Adviento es ese tiempo del año litúrgico en que atravesamos los espacios más agrestes y recónditos de la geografía de nuestra fe, como parte del camino que nos llevará a un encuentro renovado con Jesús. Este recorrido se inicia ahí en las zonas de nuestra vida personal donde el anhelo de Dios se nos declara más urgente y nos impele a volver donde, a pesar de nuestra confianza en Su omnipresencia, hemos experimentado  la lejanía o la ausencia de Dios. Entonces entramos allí, a los “sitios del alma” donde sabemos que existe este vacío y sequedad, visualizamos cuan destrozado, desordenado y estéril se halla esa zona en nuestro interior y lanzamos el grito ¿Dónde estás? Visitar esa zona interior difícil no es una invitación a regodearnos en el dolor, despertar lástima o sufrir. Tampoco se trata de un ejercicio para hallarle explicaciones  a lo que nos resulta incongruente o absurdo. Constatamos lo que existe en esa zona de nuestro interior para declarar el anhelo de ver a Dios presente en todos los rincones de nuestro mundo, especialmente los más dañados, y para reafirmar nuestra confianza en la renovación a través de la fe. Reconocer los espacios que están estériles y vacíos es una oportunidad para mostrar la necesidad de desnudarnos y hacer visible nuestra pequeñez, fragilidad y vulnerabilidad. Estas supuestas “debilidades”  lejos de ser limitaciones paralizantes se vuelven, en este contexto de espera y búsqueda, atributos para avanzar hacia un nuevo encuentro con Dios a quien veremos en un Jesús también pequeño, vulnerable y frágil. Como los caballeros medievales se protegían con escudos y armaduras para enfrentar y conquistar el mundo desconocido y adentrarse en las tierras problemáticas e inestables de su reino, así mismo nosotras y nosotros nos hemos provisto de corazas para evitar las heridas, los golpes y las posibles contiendas o ataques. Así como las armaduras de los guerreros no nos dejan identificar a la persona que se oculta tras ella, así queda atrapada y oculta nuestra imagen más humana detrás de nuestras corazas y escudos. El desafío de la fe es dejar de ver la vida solo como un campo de batalla, insalvable, peligroso e incierto. Queremos avanzar ligeros y disponibles hacia un nuevo encuentro. Es tiempo de entregar las pesadas armaduras y pactar la Paz.

 

ACOGER LO DIVINO:

Entrégate a un momento de silencio que te prepare para recibir la palabra de Dios en tu vida. Proponte sencillamente escucharla sin apurar mensajes, conclusiones o enseñanzas. Recíbela tal cual es, prestando atención simplemente a lo que dice. Realiza una lectura tranquila, dando su espacio a cada palabra. Léela despacio y varias veces, en actitud de acogida reverente. Repite la lectura hasta que sientas tu corazón gozoso y  agradecido porque ha recibido un regalo muy especial.

 

Lectura del Evangelio según San Lucas, capítulo 21, versos del 25 al 33.

 

ILUMINAR LA VIDA:

 

  • Enciende la primera vela dando gracias a Dios por Su Luz que nos guía
  • Anota en tu cuaderno todo lo que te ha resultado significativo en este primer encuentro. Las siguientes preguntas pueden ayudarte a recopilar las ideas más importantes sobre lo que has experimentado en este momento de retiro:

–        ¿Qué he entregado?

–        ¿Qué he recibido?

–        ¿Qué he descubierto y qué he recuperado?

–        ¿Qué me desafía? ¿Qué me fortalece?

–        ¿Cuáles son ahora mis preguntas y cuáles mis certezas?

–        ¿Hay en todo esto un mensaje concreto para mí?

 

 AVIVAR EL DESEO:

Recibe estas palabras a modo de oración, guárdalas contigo y compártelas durante esta semana con las personas que quieras. Compartiéndolas podrás encender en otros y otras el espíritu del Adviento: el deseo de avanzar en esperanza hacia un encuentro renovador con Dios.

 

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, yo fuera. Por fuera te buscaba y me lanzaba sobre el bien y la belleza creados por Ti. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo ni conmigo. Me retenían lejos las cosas. No te veía ni te sentía, ni te echaba de menos. Mostraste tu resplandor y pusiste en fuga mi ceguera. Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por Ti. Gusté de Ti, y siento hambre y sed. Me tocaste, y me abraso en tu paz. / SAN AGUSTIN

 

 

▪  Antes de terminar este encuentro y apagar las velas que encendiste pide:

Dios bueno, permite que no se apague la llama de Tu Amor dentro de mí…

 

 

 

 

ENCUENTRO # II

 

SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

 

 

▪ Entra a tu espacio de oración. Enciende la vela más grande. Acomódate, aquiétate  e invoca:

 

Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma y enciende en mí el fuego de tu Amor.

 

DESPERTAR LOS SENTIDOS:

Escucha esta canción dejando fluir las emociones, sentimientos e imágenes que despierta en ti.

Identifica y subraya la frase, idea o fragmento que te atrajo más al escucharla.

 

Debes amar la arcilla que va en tus manos.

Debes amar su arena hasta la locura.

Y si no, no la emprendas, que será en vano:

Sólo el Amor alumbra lo que perdura,

sólo el Amor convierte en milagro el barro.

Debes amar el tiempo de los intentos.

Debes amar la hora que nunca brilla.

Y si no, no pretendas tocar lo cierto:

Sólo el Amor engendra la maravilla,

sólo el Amor consigue encender lo muerto.

 

(Silvio Rodríguez, SOLO EL AMOR. CD: Causas y azares)

 

CONSTATAR EL ANHELO:

Comparte la siguiente meditación identificándote con aquellas ideas o frases que tienen un eco en tu vida al escucharlas, porque evocan anhelos que no te son desconocidos.

 

Walter Brueggemann, uno de los teólogos más reconocidos de la iglesia cristiana, definía la vida de fe como una “jornada con Dios” caracterizada por tres movimientos básicos: orientarse, desorientarse y ser sorpresivamente orientado, y Adviento es un tiempo de nuestra vida de fe que nos propicia  el transitar  esta

jornada. El camino de Adviento está marcado por dos grandes misterios: el de la entrega y el de la acogida, y ambos son como los anillos de un mismo planeta de cuya relación dinámica dependen su  energía, existencia y equilibrio. Entregar y recibir, dejar ir y acoger, asir y desasir: así se vive esta travesía del Espíritu. Imaginemos un pastor de ovejas que quiere emprender un viaje a través del desierto en busca de una nueva tierra próspera donde habitar. Si no deja ir las ovejas y se desprende de ellas, probablemente su travesía se volverá fatigosa en extremo, dolorosa e inútil y finalmente le lucirá como un gran absurdo. Así sucede cuando intentamos avanzar hacia una nueva etapa de la vida en el Espíritu: cargando con todos aquellos temores, frustraciones y actitudes negativas de las que comúnmente nos hemos rodeado,  y apegándonos a todos los logros, victorias y actitudes placenteras que hemos alimentado, convertiremos el avanzar en un esfuerzo ¡tan trabajoso! que la esperanza de lo nuevo llegará a parecernos una locura, una mera utopía o hasta una mentira o un fracaso. Imaginemos que este mismo pastor, ya sin ovejas, se decide con fuerza y entusiasmo a emprender el camino para el que Dios le ha “alumbrado el próximo paso”, pero lleva su morral lleno de herramientas y armas con las que fue enseñado a garantizar su seguridad y defenderse en su antigua tierra. ¿Dónde podrá guardar lo que encuentre? ¿Cómo podrá recolectar nuevos tesoros?¿Cómo reconocerá lo que le es realmente imprescindible y necesario para avanzar ahora? Un camino de fe se emprende sabiendo que Dios proveerá de todo lo nuevo y bueno que se va a necesitar y esto acontecerá, sin dudas, al muchacho; pero él no podrá acoger y llevar estos nuevos regalos de ahora consigo, por una sola razón: porque no les ha hecho sitio.

Para orientarnos hacia el lugar de un nuevo nacimiento es preciso desorientar nuestras ideas y deseos preconcebidos sobre lo que contaría en nuestras vidas como “el bien” y “la salvación”. Muchas voces nos rodean que pretender señalarnos el lugar de lo bueno, y donde se encuentra lo que de verdad es “vida”. Adviento es el momento en que callamos estas voces del diario para escuchar la del Espíritu Santo, eterno dador del Bien. Sólo así, perdiendo de vista nuestra visión aprendida y condicionada por fuerzas externas, podremos  validar esa tremenda fuerza interna que nadie desposee: la Fuerza del Espíritu. Solo perdiendo el horizonte de lo que se nos señala como nuestra “tierra prometida” lograremos ser devueltos al cauce de nuestra vida plena, siendo sorpresivamente orientados por la voluntad de Dios. Adviento nos invita a emprender la nueva caminada con Dios que también nacerá de nuevo. Esa “nueva jornada con Dios” es una travesía ligera. No mucho se requiere, más allá de amar y creer en este intento. Como Thomas Merton nos advierte: “Lo que necesitamos por encima de todo en este viaje en la noche, es una confianza inquebrantable en la guía de Dios, así como también la  voluntad de arriesgarlo todo por El”

 

ACOGER LO DIVINO:

Entrégate a un momento de silencio que te prepare para recibir la palabra de Dios en tu vida. Proponte sencillamente escucharla sin apurar mensajes, conclusiones o enseñanzas. Recíbela tal cual es, prestando atención simplemente a lo que dice. Realiza una lectura tranquila, dando su espacio a cada palabra. Léela despacio y varias veces, en actitud de acogida reverente. Repite la lectura hasta que sientas tu corazón gozoso y  agradecido porque ha recibido un regalo muy especial.

 

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos, capítulo 15, versos del 4 al 13.

 

ILUMINAR LA VIDA:

 

  • Enciende la primera y segunda velas dando gracias a Dios por Su Luz que nos guía
  • Anota en tu cuaderno todo lo que te ha resultado significativo en este primer encuentro. Las siguientes preguntas pueden ayudarte a recopilar las ideas más importantes sobre todo lo que has experimentado en este momento de retiro:

–        ¿Qué he entregado?

–        ¿Qué he recibido?

–        ¿Qué he descubierto y qué he recuperado?

–        ¿Qué me desafía? ¿Qué me fortalece?

–        ¿Cuáles son ahora mis preguntas y cuáles mis certezas?

–        ¿Qué regalos he encontrado para continuar camino junto a quienes me rodean?

–        ¿Hay en todo esto un mensaje concreto para mí?

 

 AVIVAR EL DESEO:

Repite estas palabras de oración, guárdalas contigo y compártelas durante esta semana con las personas que quieras. Compartiéndolas podrás encender en otras y otros el espíritu del Adviento: el deseo de avanzar en esperanza hacia un encuentro renovador con Dios.

 

Dios, de tu bondad, date a mí, pues me bastas, y no puedo pedir nada inferior a lo que te glorifique plenamente. Y si pido algo inferior, siempre quedo falta de algo; pues solo en Ti tengo todo.

/ SANTA JULIANA DE NORWICH

 

▪  Antes de terminar este encuentro y apagar las velas que encendiste pide:

Dios bueno, permite que no se apague dentro de mí la llama de Tu Amor…

 

 

 

 

 

ENCUENTRO # III

 

TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

 

 

▪ Entra a tu espacio de oración. Enciende la vela más grande. Acomódate, aquiétate  e invoca:

 

Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma y enciende en mí el fuego de tu Amor.

 

DESPERTAR LOS SENTIDOS:

Escucha esta canción dejando fluir las emociones, sentimientos e imágenes que despierta en ti.

Identifica y subraya la frase, idea o fragmento que te atrajo más al escucharla.

 

 

En un retrato en la pared

cuelga la risa de mi amor

mientras empieza a amanecer.

No pongo flores a sus pies,

no me permito profanar

sus ojos, dueños de mi Fe.

Entre sus ojos y el aroma del café

bosteza el día,

le pongo alas

vuelvo a nacer.

Mi alma loca y mi alma cuerda

se reconcilian y le cuentan

sobre el país, o esta canción,

y voy al mundo con mi amor.

 

En un retrato en la pared

cuelga la risa  de mi amor,

la calle toda está a mis pies.

Ciudad, amante desnudez,

tus manos saben desatar los nudos de mi timidez.

La gente roza y ratifico que la Fe

es un tropiezo, un niño a salvo, o esta mujer

que está cantando a la vida,

que se desnuda ante su herida.

Que lleva luces escondidas,

que está apostando por la Fe.

Todos llevamos algún dios

dentro del alma

o en la pared.


(Liuba Maria Hevia, DUEÑOS DE MI FE. CD: Ilumíname)

 

CONSTATAR EL ANHELO:

Comparte la siguiente meditación identificándote con aquellas ideas o frases que tienen un eco en tu vida al escucharlas, porque evocan anhelos que no te son desconocidos.

 

“Nada en toda la creación es tan semejante a Dios como la quietud”, escribió un día Meister Eckhart, y  leer esta frase me lleva a pensar en la quietud tan especial que encierra el momento del amanecer. Toda nueva mañana nos renueva. Todo amanecer es y puede ser siempre más que una simple salida del sol. Independientemente de las características de nuestra personalidad  los seres humanos poseemos como característica común la inclinación a necesitar de alguna dosis de quietud y disfrutar de momentos tranquilos, como pueden serlo los del amanecer, sucumbiendo también a su fuerza que es la de la salida, la de la apertura. Sea cual sea nuestro estado anímico en un día dado ¿quién no abre siquiera una pequeña ventana, descorre una cortina o entorna una persiana al amanecer? Ese gesto que quizás hacemos de forma mecánica, sin ponerle asunto, muestra nuestra inclinación natural para abrirnos al don de la vida y dejarnos poseer por su dinámica de encuentro y relación. Este gesto común, quizás involuntario, hace visible nuestra capacidad natural e instintiva de renovarnos, reponernos y salir en busca de la luz, de la fuerza, de la gente. El amanecer es siempre una invitación a la apertura.  La salida del sol nos recuerda que el mundo y todo lo que en el existe despierta, regresa y renace en algún momento, como parte de ese eterno misterio ¡tan cotidiano! que es la  acción y presencia del Espíritu Creador. Todas y todos, a pesar de los caminos por los que nos haya llevado la vida estamos invitados a un nuevo encuentro con Dios, que se nos regala y da en Jesús. Dios, como el amanecer, nos sale al encuentro y nos alcanza penetrando en nuestros rincones lo queramos o no, y a pesar nuestro. ! Nada podemos hacer para impedir que nos visite! C. S. Lewis, hombre de recta fe, después de atravesar un periodo de soledad y desamparo muy doloroso nos cuenta: “ No se produjo una transición repentina, sorprendentemente emocional. Fue como una habitación que se va calentado, como la llegada del amanecer. Cuando te quieres dar cuenta, las cosas llevan tiempo cambiando” Recibir la mañana como el regalo de una segunda oportunidad y un nuevo comienzo lleno de sorpresas es parte de la espiritualidad del Adviento. Salir de nuestros encierros, por muy seguros que estos sean o nos parezcan, es parte de los desafíos de la “ruta espiritual” que esta estación de Dios nos marca. De la espera  a la búsqueda, y de la búsqueda al encuentro, así se nos invita a transitar como María y José para hallar nuestra “nueva identidad” en Dios, y así terminamos, como ellos, acunando un milagro sorpresivo de vida. Es preciso avanzar en nombre del amor que nos sembró la fe. Es preciso salir si sabemos que la mañana está allá afuera. Cada quien sabe a dónde está llamado a llegar, y cuál camino debe dejar para recibir un nuevo amanecer de paz. Salir, trocar el  rumbo, tomar una nueva dirección en nombre de “ la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve” (Heb 11, 1) es un acto de alto poder transformador que nos muestra la existencia de un Amor sin límites. A este Amor hay que salirle al encuentro, este Amor quiere ser otra vez recibido. Nos espera simple y ligero como un niño  recién nacido, para asistir también a nuestro nuevo nacimiento. El camino de Adviento nos mueve hacia lo profundo no para quedarnos ahí en la comodidad de esa zona confiable, sino que como el amanecer mismo entraña la doble invitación: a la quietud y el silencio, sí; pero también a la salida, a la apertura.

 

ACOGER LO DIVINO:

Entrégate a un momento de silencio que te prepare para recibir la palabra de Dios en tu vida. Proponte sencillamente escucharla sin apurar mensajes, conclusiones o enseñanzas. Recíbela tal cual es, prestando atención simplemente a lo que dice. Realiza una lectura tranquila, dando su espacio a cada palabra. Léela despacio y varias veces, en actitud de acogida reverente. Repite la lectura hasta que sientas tu corazón gozoso y  agradecido porque ha recibido un regalo muy especial.

 

Lectura de la Primera carta del apóstol Juan, capítulo 3, versos del 1 al 3 y del 13 al 14.

 

ILUMINAR LA VIDA:

 

  • Enciende la primera y segunda velas dando gracias a Dios por Su Luz que nos guía.
  • Anota en tu cuaderno todo lo que te ha resultado significativo en este primer encuentro. Las siguientes preguntas pueden ayudarte a recopilar las ideas más importantes sobre todo lo que has experimentado en este momento de retiro:

–        ¿Qué he entregado?

–        ¿Qué he recibido?

–        ¿Qué he descubierto y qué he recuperado?

–        ¿Qué me desafía? ¿Qué me fortalece?

–        ¿Cuáles son ahora mis preguntas y cuáles mis certezas?

–        ¿Qué amor, que fe, me inspiran y ayudan para seguir camino?

–        ¿Qué o quienes me inspirara para renovarme y abrirme a nuevas relaciones?

–        ¿Hay en todo esto un mensaje concreto para mí?

 

 AVIVAR EL DESEO:

Repite estas palabras de oración, guárdalas contigo y compártelas durante esta semana con las personas que quieras. Compartiéndolas podrás encender en otras y otros el espíritu del Adviento: el deseo de avanzar en esperanza hacia un encuentro renovador con Dios.

 

“ ¡Señor, Dios nuestro! Tú nos mandas esperar y apresurarnos en vistas al gran día de tu manifestación total y salvadora en el mundo, entre nosotros, los hombres, en tu comunidad, también en nuestros corazones, y en nuestra vida también. Nos miramos en el vacío cuando dirigimos la vista a este día de la luz eterna. Tú ya lo has hecho apuntar, al nacer como el débil y todopoderoso niño Jesús, haciéndote hombre como nosotros. Y ahora vamos a celebrar pronto una vez más la Navidad, pensando en este apuntar de tu gran día. Ayúdanos, haznos el regalo de que nos reunamos una vez más como es debido, que reflexionemos y examinemos cómo debemos ir a tu encuentro, ya que tu venida es ahora ya inminente, para que después, nuestra celebración de navidad no se reduzca a un teatro estéril, sino que por el contrario, sea un esplendoroso, serio y gozoso encuentro contigo. Nos es necesario sentirnos sacudidos por estas reflexiones prenavideñas, y ponernos en movimiento. Pero, con toda seriedad, sólo tú puedes hacer esto en nosotros. Por esto te pedimos que no nos dejes solos en esta hora, sino que te hagas presente con tu fuerza. Te invocamos con las palabras que, por medio de tu mismo Hijo, has puesto tú en nuestros labios: Padre nuestro…”

Karl Barth (Diciembre de 1962, desde la  cárcel de Basilea)

 

 

▪  Antes de terminar este encuentro y apagar las velas que encendiste pide:

Dios bueno, permite que no se apague dentro de mí la llama de Tu Amor…

 

 

 

 

 

 

 ENCUENTRO # IV

 

CUARTA SEMANA DE ADVIENTO

 

 

                                                                                                           

Durante estas semanas hemos recorrido nuestro mundo interior: hemos mirado cosas pasadas, hemos  visto aquellas que hoy aún están presentes. VER es importante para llegar al momento de celebrar el nuevo nacimiento. Navidad es una invitación a ver: Hay que ver la estrella, ver los ángeles que aparecen y los pastores que deciden levantarse en medio de la noche, ver el establo y su humildad ¡tan rica! , ver el abrazo de José y María después de esos tiempos de ansiedad que trajo el reto de que Dios les cambiara los planes de su vida. Navidad sucede cuando podemos ver el milagro de un niño recién nacido comprendiendo que Jesús vuelve a nacer siempre,  y esto basta para salvarnos.

 

Adviento ha sido un tiempo de vernos interiormente tal cual somos y hemos llegado a ser en este instante de nuestra vida. Esta última semana de retiro es una propuesta a que nos miremos de una manera distinta: a que nos veamos de la forma en que queremos renacer en el futuro que comienza ya para todas las personas, a propósito del nuevo nacimiento de Jesús, y de este otro año que está por nacer.

 

Para esta última semana traemos una propuesta distinta que consiste en un ejercicio de contemplación. Es sencillo y no necesita  que prepares nada más ni busques otro espacio de la casa, sino que puedes hacerlo ahora mismo, en este mismo sitio que ya has utilizado todo este tiempo. Lo único que se requiere es que tengas un corazón dispuesto como de quien se prepara para recibir la visita más importante del mundo. “Lo esencial es invisible a los ojos, solo se puede ver bien con el corazón” (Antoine de Saint – Exúpery) si ya el tuyo se siente dispuesto, entonces sigue adelante y mira.

 

PARA LA CONTEMPLACION:

 

Colócate en una posición cómoda, respira profundo hasta sentirte en quietud y enciende una por una las velas pequeñas y repitiendo la oración que ya conoces:

 

Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma y enciende en mí el fuego de tu amor.

 

 

Ejercicio de contemplación

 

–        Guarda un momento de silencio e intenta repasar las grandes ideas que te hayan impactado en estos días de retiro.

–        Ahora, repasa tu postura y colócate en una aún más cómoda si es necesario. Intenta concentrar tu mente. Respira hondo. Al inspirar siente cómo el aire penetra en tus pulmones y te infunde vida y paz. Al expirar date cuenta de cómo te liberas de un peso y dejas sitio para el aire nuevo. Acompasa tu respiración, concéntrate bien en ella. Llénate de aire y de vida. Procura fijar tu mirada en un punto concreto, este rincón de oración que preparaste puede ser ese punto. Si te es mejor, cierra los ojos un momento hasta sentir que está totalmente centrado y dispuesto para este encuentro. Cuando creas que estás ya en ese punto, sigue adelante con este ejercicio.

–         Los puntos suspensivos que encontraras te estarán indicando una pausa, son como descansos en el camino, indican que ahí es importante detenerse hasta que sientas que ya puedes seguir. La sugerencia es que una vez empezado el ejercicio se llegue hasta el final, pero si en algún momento sientes que no estas aprovechando el ejercicio, entonces ten una a oración en silencio que te prepare para seguir adelante y si no puedes realmente seguir adelante, simplemente así en oración a Dios, salte de él.

 

Mi relación con Jesucristo es de suprema importancia, porque soy su discípulo… Quiero profundizar en esta relación con él…Quiero conocerle mejor y por esto imagino que Él me ha invitado a encontrarme consigo y mostrarme su vida……. Imagino que él me está esperando en la entrada del establo donde nació…dejo lo que estoy haciendo y salgo de inmediato… ¿Qué sentimientos nacen en mi interior cuando pienso que pronto me voy a encontrar con él?…

 

En la soledad del establo me entretengo contemplando el pueblo dormido, con sus casitas silenciosas…. contemplo el cielo con esas numerosas estrellas y me fijo en estrella lejana que brilla mucho…. observo el camino desierto y las callecitas estrechas por las que se llega hasta aquí… de pronto tomo conciencia de que Él está ya aquí, conmigo… ¿De qué manera se me muestra?… ¿Cómo reacciono ante su presencia? …

 

Le hablo y le hago comentarios sobre nuestra amistad. Primero lo negativo: los sentimientos de duda…, de desconfianza…, temor…, resentimiento… El tan querido por mí se convierte en una carga cuando me plantea exigencias que no deseo satisfacer; cuando me enciende el deseo de hacer cosas que me parecen muy grandes y difíciles….cuando se hace absorbente; cuando me niega lo que deseo o necesito…

 

Si albergo resentimientos o temores en mi interior, mi relación puede mejorar tomando conciencia de ellos. Así pues, me pregunto si Jesús me es una carga; ¿es la clase de amigo cuyas exigencias producen sentimientos de culpabilidad?… ¿Es la clase de amigo que me presiona, que me pide cosas que no estoy dispuesto a hacer?… ¿Es el tipo de relación que me da miedo, que me inquieta por sus actitudes o exigencias?… ¿Es el tipo de amigo que restringe mi libertad?… Si es así, se lo digo abiertamente… y escucho su respuesta…

 

Ahora me pregunto ¿qué adjetivos definirían mejor nuestra amistad? Puede ser que sean negativos, ambiguos e incluso contradictorios… pero si responden a la realidad me ayudarán a profundizar en la relación. Me pongo en diálogo con Él y decidimos qué imágenes simbolizan mejor nuestra amistad…

 

Pasamos del presente al pasado. Pienso en lo que Jesucristo ha significado para mí en mi niñez… y en las diferentes etapas de mi crecimiento como persona humana… Pienso en los altibajos por los que ha pasado nuestra relación….

 

Le dejo también que él me muestre lo  que constituye su nacimiento….atiendo a su historia de vida….pienso en  María y José… intento sentir lo que ello sintieron cuando fueron a recibir a Jesús….le cuento lo que más me parece contradictorio, doloroso o perturbador de su historia de nacimiento…. Le digo lo que me parece más maravilloso y totalmente alentador de su historia…. Contemplo el establo junto con él, y el pesebre ahora vacío… ¿qué significa para mí  este pesebre vacío? ¿Cómo me siento al estar a con el contemplando esto?

 

Pero una relación de amistad y encuentro exige algo más: exige que yo ponga en claro mis expectativas con respecto al otro. Intento pensar qué es lo que espero de Jesús de Nazaret… Qué deseo de Él…. Qué me gustaría que Él hiciese por mí…. Se lo digo abiertamente…Se lo expreso dejando ver mis sentimientos al decírselo sin cuidar una imagen…. Le digo lo que quiero y se lo digo sabiendo que estamos solos y existe total privacidad e intimidad….. se lo digo tal cual yo soy….

 

También le pregunto lo que Él espera de mí… ¿Qué es lo más importante para El que yo cambie, asuma  o haga?

 

El tiempo se va agotando… Él tiene que marcharse pero, antes, nos miramos y nos preguntamos por el futuro… ¿Qué clase de futuro deseamos que tenga nuestra relación?… ¿Estoy dispuesto a mantener nuestra relación?… ¿Lo está Él?… ¿Qué podemos hacer al respecto?…

 

Poco a poco su presencia se desvanece… y me quedo un tiempo solo en el establo….Vuelo a mirar el pesebre….el pueblo vacío con las casas en silencio……observo las muchas callecitas que llevan hasta allí….Contemplo el cielo y la estrella que más brilla….Durante unos instantes saboreo el encuentro y compruebo mi estado de ánimo…

 

¿Cómo me siento después del Encuentro con Jesús?… ¿Qué sentimientos noto?… ¿Corren por mi cabeza mil ideas e imágenes desordenadas o, por el contrario, tengo una sensación de paz y silencio?…

 

Comienzo a emprender el camino de regreso. Noto mi cuerpo pesado, como sin ganas de irme, pero he de volver al camino de la vida… Allí en la realidad de mi vida humana me encontraré muchas veces con Jesús…

 

Me pregunto: ¿seré capaz de reconocerle, de dialogar con él?… Me hago el propósito de que volveré a este pueblito, a este establo  a menudo para seguir charlando amistosamente… Mientras tanto, surge dentro de mí una cancioncita…

 

Jesús ¿qué sería de mi si no existes tú?

 

Mientras vas volviendo a la normalidad, no dejes de retener en tu mente la imagen de Jesús y ora…

 

 

PARA LA ACCION:

 

Comparte esta canción y aquella frase, palabra o fragmento que te resulte más bello y pleno de significado con todas las personas que quieras. Aprovecha para contarles de la historia de vida y nacimiento de Jesús

y lo que significa para tui tu amistad y tu encuentro y relación con él.

 

 

Veo en ti

  (Rev. Amós López Rubio)

Veo en ti al crucificado, veo su cruz en tu dolor,

veo en ti lo que él sintió, tanta bondad, tanto perdón.

Oigo en ti, voces del tiempo por alcanzar liberación,

en tu mirar resuena el sermón, ve a compartir, deja el rencor.

Veo en tu andar la preocupación de todo al revés y sin solución.

Yo que dudé volver a empezar y hoy que te vi me puse a cantar.

Veo en ti vivos y muertos por la ilusión de darnos el pan,

veo en ti la fuerza capaz que vence el temor y la soledad.

Veo en ti el rostro del cielo que un día bajó a darnos su azul,

veo en ti tal plenitud, ¿qué sería de mi si no existes tú?

Veo en tu andar la preocupación de todo al revés y sin solución.

Creo en tu afán de a todos juntar para entregar la última flor.

Veo en ti el dogma que escapa lejos de aquí, de nuestra amistad.

Huye la ley sin nada que dar, huyo de mí para irte a abrazar.

Creo en tu afán de a todos juntar para entregar la última flor.

Creo en ti y creyendo me voy, y puede ocurrir que encuentre a Dios.

▪  Antes de terminar este encuentro y apagar las velas que encendiste pide:

Jesús, amigo,

Tú que eres el camino guía siempre mis pasos

Tú que eres la Verdad

ayúdame a reconocerte en cada momento de mi vida

 y permite que siempre te vea , y me vea en ti

y que no se apague nunca dentro de mí

el fuego de Tu Amor…

 

 

Leave a Reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.