“Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; inclina a mí tu oído, escucha mis palabras”(Sal 17, 6)
Señor, saber que nos reconoces, aunque somos pequeñas criaturas en la inmensidad de tu universo, saber que no somos ignorados nos llena de gozo, seguridad y esperanza. En este mundo de innumerables ruidos y confusión de voces, pronunciar tu nombre, invocarte y saber que en medio del caos nos escuchas, nos da paz y alegría.
Sabemos que inclinas tu oído amoroso a quienes te invocan desde su situación humana, desde sus alegrías y sus quebrantos, desde sus satisfacciones y sus necesidades, solos o acompañados, saludables o enfermos. Sabemos, Señor, que nos llamas por nuestro nombre, nos comprendes y nos favoreces con tus atenciones y cuidados maravillosos.
Te invocamos, Señor, agradecidos, sabiendo que ya estás presente, porque nunca te ausentas de nuestra realidad humana. Abrimos nuestras almas a ti como la tierra sedienta se abre a la lluvia refrescante. Responde a nuestras palabras, Señor, con esa inspiración de tu presencia grata y edificante. Te pedimos que en este encuentro de adoración y culto podamos crecer, profundizar nuestra relación contigo, y prepararnos mejor para vivir como tu pueblo en medio de este mundo, para ser pueblo reverente y obediente a tu Palabra. En el nombre de Jesús oramos. Amén.
(Luis F. del Pilar.
Tomado de Manual Litúrgico, Consejo de Iglesias de Cuba)
Gracias hermanos por compartir tan hermosa oración de invocación al Padre. Que el Señor les siga bendiciendo en su trabajo. Amén