“La historia según José” Mateo 1:18-25

Yo era bastante más joven que ahora y estaba comprometido con una joven mujer llamada María, hoy mi esposa. Como todavía no vivíamos juntos nos veíamos bastante poco. Yo tenía que ir a la casa de su padre y pedir permiso para charlar con ella en presencia de otro familiar. No nos conocíamos mucho pero era una muy linda joven y estaba contento de estar desposado con ella. Poco a poco fuimos teniendo confianza uno en el otro y hablábamos bastante, tanto que su padre nos interrumpía y me pedía que me marchara, decía que yo seguramente tendría mucho trabajo para hacer en la carpintería y que no tenía que perder el tiempo hablando con su hija, María.

Una tarde, cuando fui a hablar con ella, esperó a que su madre nos dejara un momento a solas para contarme algo que me costaría mucho creer. Tenía una mirada distinta, algo había pasado. Estaba calmada pero nerviosa a la vez. Ansiosa pero en paz. Fue allí que me dijo: “José, estoy embarazada”. Se me desdibujó la cara, no lo podía creer!! Estábamos comprometidos y estaba embarazada, yo ni siquiera le había tocado un pelo!! Me había engañado… Mi reacción fue del asombro a la indignación y la bronca. Sentía un nudo en el estómago, se me había fruncido el ceño sin que pudiera o quisiera evitarlo. La miré furioso casi fulminándola con la mirada, me había traicionado… No éramos como las otras par ejas que conocía. Nosotros nos teníamos aprecio. Yo le había dicho lo linda que era y ella había sido dulce conmigo, siendo un tosco carpintero… me había traicionado…

Salí de la casa de su padre sin saludar a nadie, en el camino no reparé en nada ni nadie, fui directamente al taller, quería estar sólo, que nadie me viera y me preguntara qué me pasaba… todavía no lo podía creer… Mi María había estado con otro hombre y estaba embarazada…

Salí de la casa de su padre sin saludar a nadie, en el camino no reparé en nada ni nadie, fui directamente al taller, quería estar sólo, que nadie me viera y me preguntara qué me pasaba… todavía no lo podía creer… Mi María había estado con otro hombre y estaba embarazada…

Tenía que decidir qué iba a hacer, algo tenía que hacer, no me podía quedar sin hacer nada… En ese momento recordé una historia que mi padre me había contado cuando era chico, algo que había sucedido en el pueblo mucho tiempo atrás. Se trataba de una pareja que estaba comprometida, los dos eran jóvenes y ninguno se quería casar. Los padres lo habían arreglado todo y ellos ni habían podido opinar. Se decía en el pueblo que tanto el como ella, en realidad se querían casar con otras personas. Incluso, le habían dicho a mi padre en secreto que algunas personas habían visto que bien entrada la noche el se encontraba con otra muchacha. Se decía lo mismo de ella, que a escondidas veía a otro hombre. Estuvieron mucho tiempo comprometidos, m&aac ute;s de lo normal, todo el pueblo sabía que no se querían casar. Hasta que un día todo empeoró. Ella había quedado embarazada. El muchacho comprometido con ella no decía nada, no sabía qué decir, el también se veía con una muchacha. Sin embargo, el padre de él si supo qué hacer. Recordó que la ley ordenaba infamarla, es decir, denunciarla en público y castigarla con la muerte, apedreándola… Mi padre me contó que así lo hicieron, ella y su bebé murieron en nombre de la ley… El muchacho no había tenido ninguna consecuencia, es más, al poco tiempo se volvió a comprometer…

Mi padre me contaba esta historia pero no lo hacía como las otras que me contaba, esta historia lo entristecía tanto que sobre el final se le solían cargar los ojos de lágrimas…

Mientras intentaba conciliar el sueño pensaba en esta historia que me contaba mi padre… Recordaba sus ojos llenos de lágrimas y la tristeza de su voz… Me puse a pensar en María, en todo lo que habíamos vivido desde que nos comprometimos, en lo bien que marchaba todo, no entendía qué había pasado… cómo estaba embarazada… Decidí entonces que no diría nada, me iba a callar la boca para no infamarla, no la denunciaría, de esta manera evitaría repetir la historia que me contaba mi padre… No sabía si era lo mejor, María me había engañado, pero no quería que la mataran, no lo quería… no me lo hubiera perdonado…

Cuando estaba pensando en esto ya medio dormido se apareció en mi sueño un enviado de Dios, era un hombre que irradiaba paz y una especie de luminosidad que nunca había visto antes. Recuerdo sus palabras: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

En la mañana, siendo todavía muy temprano, me desperté, todavía estaba oscuro. Ya no sentía aquél nudo en el estómago. Apenas me senté en mi cama recordé patente patente el sueño de la noche. No había sido un sueño normal, recordaba cada detalle de sus palabras, de su aspecto, de cómo me había hablado… y lo más importante, me había explicado todo y me había dicho lo que tenía que hacer. María no me había engañado, estaba embarazada del Espíritu Santo. Si alguien me hubiera contado esto es probable que no le hubiera creído, pero me lo había dicho el enviado de Dios. Si bien era difícil de creer tenía sentido para mí. María no tenía necesidad de engañarme y no lo había hecho… no me había engañado…

Ya sintiéndome mucho mejor recordé las palabras del profeta Isaías que el rabí solía decir en la sinagoga: “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emanuel”.

Me lavé la cara rápidamente y fui a la casa del padre de María. Nunca había ido de mañana y menos tan temprano, apenas comenzaba a asomar el sol. Me atendió sorprendido su padre, no me quería dejar verla, pero al ver mi insistencia y que no estaba dispuesto a irme, llamó a María y nos dio un momento a solas. María no parecía sorprendida de verme, ni de que ya no estaba enojado como la tarde anterior, solo estaba expectante queriendo escuchar lo que iba a decirle. Fue entonces que le conté lo sucedido a María, lo enojado que me había ido, lo que había pensado, y el sueño con el enviado de Dios y lo que me había dicho. A medida que le relataba esto María se sonreía, mientras la emoción llenaba sus ojos como los míos, sin que pudiera evitarlo. Era la primera vez que una mujer me veía llorar… María extendió su mano y la posó sobre la mía, “todo va a estar bien”, dijo, “todo va a estar bien”.

De esta manera, María fue mi mujer y dio a luz a nuestro primogénito, al que le pusimos por nombre Jesús, Hijo de David.

Maximiliano A. Heusser

Iglesia Evangélica Metodista Argentina en Temperley

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