«No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote…
…para que les sirva de testimonio.» Marcos 1,40-45
La tarea que Jesús va realizando entre nosotros/as es para dar testimonio de Dios, de su paz, verdad y justicia en medio de nuestras realidades. Poco a poco se van sumando personas a esta tarea de dar testimonio como un gesto de involucramiento en la tarea que Dios realiza en nuestras realidades, y el relato de hoy nos da elementos para reflexionar la manera de involucrarnos en esta tarea de dar testimonio. Jesús cura a una persona que padecía lepra y le da indicaciones muy precisas: ‘no le digas nada a nadie’; de parte del que padecía la enfermedad se muestra indiferencia ante la indicación de Jesús, e inmediatamente lo proclama a todo el mundo (Mc 1,45). ¿Cuál es esta forma de dar testimonio?, ¿la que Jesús pide o la que se le ocurre al que estaba enfermo? Solemos creer que el testimonio es contar lo que Dios hizo por nosotros, con mayor o menor dramatismo; sin embargo parece que lo pedido por Jesús va por un camino que evita ese dramatismo, y ese sensacionalismo que altera la dinámica social, llevándola a una búsqueda desesperada de la solución a sus propios problemas, y hay algo interesante, el relato dice que ‘Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad…’ (Mc 1,45). ¿Qué debemos entender por el hecho de que Jesús no podía entrar en ninguna ciudad después de lo que el curado de la lepra hizo? Si Jesús es el Cristo, el Reino de Dios entre nosotros/as, y no puede entrar en las ciudades, podríamos entender que la forma de dar testimonio que el curado de la lepra implementó, más que facilitar obstaculizó lo que Jesús pretendía: ‘ir a predicar en las poblaciones vecinas’ (Mc 1,38). La indicación de Jesús incluía ir a presentarse al sacerdote y presentar su ofrenda, cosa que el relato no indica que haya hecho, y lo que parece más central, es que les sirva de testimonio -a los sacerdotes y a las autoridades religiosas- no tanto su ofrenda, sino su enfermedad curada. Si Jesús viera en las ‘multitudes’ siguiéndolo algo útil para la predicación y salvación que con la que pretendía alcanzar los distintos lugares y poblaciones, le resultaría favorable el tipo de testimonio que implementó el que padecía lepra, sin embargo aquello le impedía entrar, hacerse parte, estar presente. Pareciera que el testimonio que Jesús espera es aquel que demuestra -en situaciones concretas- a las autoridades (sobre todo religiosas), que es posible una realidad diferente a la que ellos imaginan, pretenden e instrumentan para la población.
El curado de la lepra bien habrá conseguido su fama, y solucionado sus problemas más allá de la lepra, pero esto no parece ser equivalente al testimonio que Jesús pretende mostrar. La otra cuestión de fondo es a quién va dirigido el testimonio: ¿a aquellos/as que pueden ensalzarme por haber sido curado por Jesús?, o ¿a aquellas autoridades que podrían llegar a cuestionar la curación que está ante sus vistas? Se trata de dos cuestiones muy diferentes, una que reproduce esquemas jerárquicos, lugares o posiciones buscadas para ‘salvarse’ cada quien de la situación que le afecta; y la otra que se presenta como una alternativa válida a la manera de instrumentar la salvación que tienen las autoridades de turno; claro que esta segunda forma no es conveniente para dichas autoridades, dado que no les reditúa política ni económicamente, y esto convierte a esa ‘forma alternativa de salvación’ en subversiva, peligrosa y digna de ser considerada como atentados al statu quo. Por esto no hay que tomar a la ligera el hecho de dar testimonio de Jesucristo, no se trata tanto de vociferar a todo el mundo que Dios nos ha curado, sino de demostrar en nuestro estilo de vida lo que esa curación nos provocó, demostrar los cambios que ha producido en nosotros/as, y junto a ello mostrar una forma de salvación alternativa a la propuesta homogeneizadora que muchas veces pretenden forzar las autoridades de turno.
La tarea de dar testimonio, trabajo al que está llamada la Iglesia cristiana (es decir el conjunto de bautizados/as en el mundo), consiste en seguir las indicaciones de Jesús, y no la inercia de los propios intereses. El testimonio cristiano debe evitar el dramatismo y sensacionalismo que conlleva el impedimento de la presencia de Cristo y su alejamiento a los lugares desiertos, y debe procurar encarnar el ejemplo de salud y verdad, de amor y misericordia, de paz y comprensión, en medio de nuestra convivencia, en medio de nuestras realidades.
Compartimos en documento adjunto un comentario al evangelio del próximo domingo según el Leccionario Ecuménico. Este auxilio homilético es un aporte de Fabián Paré, Argentina.