En medio de relaciones forzosas

«…porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes

que los hijos de la luz.»  Lucas 16, 1-13

El centro de este relato se focaliza en la mayordomía de los bienes, pero nuevamente lo más importante está referido a los sentimientos que establecen el tipo de relación que tenemos con las demás personas.  Con la parábola (Lc 16,1-8), Jesús señala algunas cosas, veamos una. Hay alguien que es disipador de los bienes, ¿en qué consistía esa disipación de bienes?, por el mismo ejemplo de la parábola no se trataba tanto de reducir las ganancias o riqueza del dueño, dado que éste es tá enterado de la forma en que perdonó parte la deuda acumulada por los deudores (a uno que debía cien, le cobraba cincuenta, a otro de cien lo reducía a ochenta, Lc 16,5-7).  Es más, el dueño alabó al mayordomo malo (Lc 16,8) por lo que había hecho.  Entonces, ¿de qué se trataba la disipación de los bienes?  Parece referirse a una determinada manera de hacer uso de las riquezas, un us o que tiene por resultado una relación por obligación, y cualquier relación por obligación genera desprecio, broncas, hostilidad, y un cúmulo de tensión en esa relación que está sujeta solo por una cuestión de deuda y la posible punibilidad por falta del cumplimiento del pago.

Una persona que tiene que hacer algo o de lo contrario se le cobrará su ‘deuda’, está condicionada en su libertad.  Podemos preguntarnos cómo se construyen las deudas en la sociedad ¿se trata de deudas legítimas?, o ¿se va estructurando un sistema legal y comercial en el que solo un grupo reducido recibe los grandes beneficios y por lo tanto la capacidad de poder pagar sus deudas?  Como está a la vista en nuestra sociedad, un amplio margen de la población no puede pagar sus ‘deudas’, y eso los hace vulnerables y susceptibles de ser condicionados en lo que puedan hacer en y de sus vidas.  Hasta otro gran grupo de la población que trabaja, se vuelve igualmente vulnerable y susceptible, en la medida que cada vez puede pagar menos, no porque cobre cada vez menos, sino porque cobra lo mismo en medio de un constante incremento de los costos de vida (son pocos los salarios que se incrementan al real incremento del costo de vida).  Podemos notar que detrás de la deuda que condiciona la vida de personas, familias, pueblos, naciones, y generación tras generación, no existe la intensión de que el deudor ‘pueda pagar’, ello implicaría quedar ‘liberado’, y esa libertad es la que perturba los intereses de determinados grupos en la sociedad.  En nuestro país los planes sociales han corrido la centralidad del trabajo en la vida de gran parte de la población, y la gran mayoría de los asalariados cuentan con una remuneraci&oa cute;n insignificante o mínima que limita hasta una saludable alimentación para las familias.  Y digo alimentación, no hablemos de desarrollo, educación, progreso, vivienda, recreación, y el costo que tiene esta falta o ausencia en la vida de la población, en la salud personal, familiar y social; la sociedad si puso su mirada en el costo monetario que hay en esas faltas y condicionó al máximo el acceso a ellas (¿cuántas familias hoy pueden disponer de un trabajo justamente remunerado que le permita una vivienda digna, y progresar educándose y desarrollándose saludablemente?), pero no midió el costo de perjuicio que afecta a todos/as.  Cuántas veces decimos o escuchamos decir: ‘trabajo para pagar deudas’; cuando la vida se reduce a esto, se pierde algunas cosas muy esenciales de el la, como la satisfacción, el desarrollo de la vocación, y por supuesto con ello se va gran parte de la salud física y sobre todo mental.

Volvamos a esta relación signada por la deuda, mientras se ocupe el lugar de deudor hay que acatar las decisiones (muchas veces caprichosas), del que tiene en sus manos la posibilidad de aplicar un castigo por la falta de pago.  De esta situación ‘fabricada’, el centro no es la deuda, ni los capitales que puedan estar en juego, éstos son efecto secundario de la intensión que procura condicionar la vida de otros/as, o de controlarla si prefieren.  Esta es la disipación de bienes que Jesús pone en reflexión.  No se trata solamente de la distribución justa de las riquezas, sino de los propósitos que están detr& aacute;s de las formas de distribuir.  Hasta ahora es evidente que la riqueza se la distribuyen entre los ricos, y que al pueblo se lo condiciona a vivir miserable y servilmente.  Jesús recomienda hacer amigos (no negocios ni ‘amigotes’ vividores y holgazanes), con las riquezas injustas, y tener claridad sobre aquello a lo que hay que ser fiel para no quedarse solo, aquí y en la eternidad.

FP.

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