Cantar y danzar en clave liberadora

(Blog “Pastor Dadaísta”, 30/3/2011)

Cantamos y bailamos cuando estamos de fiesta. No importa que desentonemos, no importa que nuestro baile sea descompasado pues estamos llenos de alegría y nuestra inhabilidad para hacerlo queda al margen.

Cantar y danzar. Eso es lo que hizo el pueblo de Israel, según nos narra el libro de Éxodo (Ex. 15), al experimentar la liberación del imperio de Faraón. Alabaron y homenajearon al Dios que los había liberado de la esclavitud a través de lo que mejor sabían hacer, aparte de la elaboración de ladrillos, cantar y danzar.

No sabemos el son de la música que expresaba su alegría, pero sí conocemos la letra. Un letra en abierto contraste con la que se canta en muchas iglesias cristianas. Lo dulzón, el mensaje edulcorado, se ausenta de lo entonado. La alabanza al Dios liberador echa raíces en la realidad histórica.

La potencia militar del imperio ha sido destruida. El futuro se hace presente. La esclavitud ha tocado a su fin. La explotación ha desaparecido. Ya no fabricarán más ladrillos a fin de construir edificios para mayor gloria de Faraón. Ya no tendrán que experimentar como sus hijos son asesinados. La liberación / salvación que han experimentado, y que celebran, debe ser leída en clave social y política. La liberación obrada por Dios reúne las condiciones de posibilidad de crear un mundo nuevo. Un mundo sin amos y sin esclavos.

El problema que tenemos muchos cristianos es que tal vez no hemos sido liberados de nada. Que nuestras comunidades transparentan la sociedad a la manera del Imperio. Por lo tanto, no hay nada que celebrar. Y es por ello que las letras y los sones de nuestras canciones nos invitan al entretenimiento intimista del que se sabe habitando, de forma irremediable, en una tierra de esclavos. Nuestros cánticos y danzas nos invitan a huir de una realidad desagradable para introducirnos en el mundo de una piedad intimista y desencarnada. Si no lo veis así, os propongo una lectura rápida de nuestros modernos cancioneros.

La alabanza y el canto –también nuestras liturgias- deben expresar de forma explícita la liberación que ha obrado Dios y que nos permite construir la nueva tierra a través de nuestras comunidades y, al mismo tiempo, anunciar el modelo de sociedad que esperamos: un mundo sin faraones.

Nos faltan músicos y letristas comprometidos con la realidad histórica en la que vivimos y que, como nuevos profetas, nos inviten a celebrar y participar en la construcción de un mundo no sometido a los poderes de Faraón.

Acabo con unos versos de letra que entonaron los antiguos israelitas:

Cantaré al Señor, sublime es su victoria,

caballos y jinetes ha arrojado en el mar.

Mi fuerza y mi poder es el Señor,

Él fue mi salvación.

Él es mi Dios; yo lo alabaré;

El Dio de mis padres, yo lo ensalzaré.

El Señor es un guerrero,

Su nombre es el Señor.

Los carros y la tropa de Faraón lo lanzó al mar…”

(Ex. 15)

http://www.esglesiabetel.org/index.php/reflexion/36-reflexiones/236-cantar-y-danzar-en-clave-liberadora-.html

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