Adviento: esa extraña aventura de la Esperanza

Rev. Daylíns Rufín Pardo

SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

(Domingo 5 de Diciembre – Sábado 11 de Diciembre)

▪ Entra a tu espacio de oración. Enciende la vela más grande. Acomódate, aquiétate  e invoca:

Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma y enciende en mí el fuego de tu Amor.

DESPERTAR LOS SENTIDOS:

Escucha esta canción dejando fluir las emociones, sentimientos e imágenes que despierta en ti.

Identifica y subraya la frase, idea o fragmento que te atrajo más al escucharla.

Debes amar la arcilla que va en tus manos.

Debes amar su arena hasta la locura.

Y si no, no la emprendas, que será en vano:

Sólo el Amor alumbra lo que perdura,

sólo el Amor convierte en milagro el barro.

Debes amar el tiempo de los intentos.

Debes amar la hora que nunca brilla.

Y si no, no pretendas tocar lo cierto:

Sólo el Amor engendra la maravilla,

sólo el Amor consigue encender lo muerto.

(Silvio Rodríguez, SOLO EL AMOR. CD: Causas y azares)

CONSTATAR EL ANHELO:

Comparte la siguiente meditación identificándote con aquellas ideas o frases que tienen un eco en tu vida al escucharlas, porque evocan anhelos que no te son desconocidos.

Walter Brueggemann, uno de los teólogos más reconocidos de la iglesia cristiana, definía la vida de fe como una “jornada con Dios” caracterizada por tres movimientos básicos: orientarse, desorientarse y ser sorpresivamente orientado, y Adviento es un tiempo de nuestra vida de fe que nos propicia  el transitar  esta

jornada. El camino de Adviento está marcado por dos grandes misterios: el de la entrega y el de la acogida, y ambos son como los anillos de un mismo planeta de cuya relación dinámica dependen su  energía, existencia y equilibrio. Entregar y recibir, dejar ir y acoger, asir y desasir: así se vive esta travesía del Espíritu. Imaginemos un pastor de ovejas que quiere emprender un viaje a través del desierto en busca de una nueva tierra próspera donde habitar. Si no deja ir las ovejas y se desprende de ellas, probablemente su travesía se volverá fatigosa en extremo, dolorosa e inútil y finalmente le lucirá como un gran absurdo. Así sucede cuando intentamos avanzar hacia una nueva etapa de la vida en el Espíritu: cargando con to dos aquellos temores, frustraciones y actitudes negativas de las que comúnmente nos hemos rodeado,  y apegándonos a todos los logros, victorias y actitudes placenteras que hemos alimentado, convertiremos el avanzar en un esfuerzo ¡tan trabajoso! que la esperanza de lo nuevo llegará a parecernos una locura, una mera utopía o hasta una mentira o un  fracaso. Imaginemos que este mismo pastor, ya sin ovejas, se decide con fuerza y entusiasmo a emprender el camino para el que Dios le ha “alumbrado el próximo paso”, pero lleva su morral lleno de herramientas y armas con las que fue enseñado a garantizar su seguridad y defenderse en su antigua tierra. ¿Dónde podrá guardar lo que encuentre? ¿Cómo podrá recolectar nuevos tesoros?¿Cómo reconocerá lo que le es realmente impresci ndible y necesario para avanzar ahora? Un camino de fe se emprende sabiendo que Dios proveerá de todo lo nuevo y bueno que se va a necesitar y esto acontecerá, sin dudas, al muchacho; pero él no podrá acoger y llevar estos nuevos regalos de ahora consigo, por una sola razón: porque no les ha hecho sitio.

Para orientarnos hacia el lugar de un nuevo nacimiento es preciso desorientar nuestras ideas y deseos preconcebidos sobre lo que contaría en nuestras vidas como “el bien” y “la salvación”. Muchas voces nos rodean que pretender señalarnos el lugar de lo bueno, y donde se encuentra lo que de verdad es “vida”. Adviento es el momento en que callamos estas voces del diario para escuchar la del Espíritu Santo, eterno dador del Bien. Sólo así, perdiendo de vista nuestra visión aprendida y condicionada por fuerzas externas, podremos  validar esa tremenda fuerza interna que nadie desposee: la Fuerza del Espíritu. Solo perdiendo el horizonte de lo que se nos señ ala como nuestra “tierra prometida” lograremos ser devueltos al cauce de nuestra vida plena,siendo sorpresivamente orientados por la voluntad de Dios. Adviento nos invita a emprender la nueva caminada con Dios que también nacerá de nuevo. Esa “nueva jornada con Dios” es una travesía ligera. No mucho se requiere, más allá de amar y creer en este intento. Como Thomas Merton nos advierte: “Lo que necesitamos por encima de todo en este viaje en la noche, es una confianza inquebrantable en la guía de Dios, así como también la  voluntad de arriesgarlo todo por El”

ACOGER LO DIVINO:

Entrégate a un momento de silencio que te prepare para recibir la palabra de Dios en tu vida. Proponte sencillamente escucharla sin apurar mensajes, conclusiones o enseñanzas. Recíbela tal cual es, prestando atención simplemente a lo que dice. Realiza una lectura tranquila, dando su espacio a cada palabra. Léela despacio y varias veces, en actitud de acogida reverente. Repite la lectura hasta que sientas tu corazón gozoso y  agradecido porque ha recibido un regalo muy especial.

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos, capítulo 15, versos del 4 al 13.

ILUMINAR LA VIDA:

· Enciende la primera y segunda velas dando gracias a Dios por Su Luz que nos guía

· Anota en tu cuaderno todo lo que te ha resultado significativo en este primer encuentro. Las siguientes preguntas pueden ayudarte a recopilar las ideas más importantes sobre todo lo que has experimentado en este momento de retiro:

¿Qué he entregado?

¿Qué he recibido?

¿Qué he descubierto y qué he recuperado?

¿Qué me desafía? ¿Qué me fortalece?

¿Cuáles son ahora mis preguntas y cuáles mis certezas?

¿Qué regalos he encontrado para continuar camino junto a quienes me rodean?

¿Hay en todo esto un mensaje concreto para mí?

AVIVAR EL DESEO:

Repite estas palabras de oración, guárdalas contigo y compártelas durante esta semana con las personas que quieras. Compartiéndolas podrás encender en otros y otras el espíritu del Adviento: el deseo de avanzar en esperanza hacia un encuentro renovador con Dios.

Dios, de Tu bondad, date a mí, pues me bastas, y no puedo pedir nada inferior a lo que te glorifique plenamente. Y si pido algo inferior, siempre quedo falta de algo; pues solo en Ti tengo todo.

/ SANTA JULIANA DE NORWICH

▪  Antes de terminar este encuentro y apagar las velas que encendiste pide:

Dios bueno, permite que no se apague dentro de mí la llama de Tu Amor…


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