¿A quién le corresponde algo más?

«Llegaron los primeros, creyendo que iban a recibir algo más…»  Mateo 20, 1-16

De niños venimos acostumbrando nuestros comportamientos, y se va instalando en nuestras conductas ciertos condicionamientos que orientan las cosas que hacemos o dejamos de hacer.  Es importante reflexionar esto, dado que esta inercia humana de hacer las cosas a cambio de algo se ve jaqueada por la enseñanza de Jesucristo.  Cada vez más nos encontramos con la dificultad de hacer las cosas que nos gustan, y vemos estas dificultades en la combinación de por lo menos dos cuestiones que regulan nuestras vidas: la administración del tiempo, y la necesidad de recursos para el sostenimiento.  En lo cotidiano podemos decir que cada vez tenemos menos tiempo para m uchas cosas, porque mayormente lo dedicamos a conseguir el sustento: sobrecarga de trabajo, lo que antiguamente se llamaba explotación, heredera de la esclavitud.  Pero desafortunadamente no es solo a través del trabajo que toda la sociedad busca invertir tiempo para lograr el sustento, hay otras ‘ofertas’ que proponen ‘recibir algo más’ de lo que se recibe a través del trabajo, ‘ofertas’ que se vuelven tentadoras dada la realidad de un gran sector de la población que no recibe a través de su trabajo lo mínimo e indispensable.  La corrupción gana terreno ante la explotación y los insignificantes ingresos de la mayoría de la población.

La pregunta de ¿Cómo hacer para recibir algo más?, hoy nos roba un alto porcentaje de tiempo de nuestras vidas, lo que si debemos diferenciar son las distintas realidades en las que surge.  Está la realidad del que se lo pregunta porque no le alcanza para comer; la realidad del que si come pero quiere progresar; la del que ya ha progresado pero quiere hacer progresar a sus hijos; y la realidad del que no necesita preocuparse por progresar, sin embargo también quiere ‘algo más’.  Junto a lo que ya se tiene y al ‘algo más’ buscado, viene implícita una valoración de ‘a quién le corresponde’.  < /span>Cada realidad tiene sus razones,  son válidas y pueden comprenderse en su propio contexto; esta parábola de Jesús (Mt 20,1-16), deja reflejada esta variedad de realidades y contextos y esta ‘presuposición’ de que a algunos le corresponde ‘algo más’ (no es algo nuevo).

 

¿A quién le corresponde algo más?  En nuestras sociedades podemos contar con muchos y variados argumentos que refieren a la justificación de a quiénes le corresponde o no, y entramos en temas de sueldos, jubilaciones, pensiones, planes sociales, y/o cuestiones de derechos, propiedades, herencias, etc., etc., y aparece en el escenario las posiciones que intentan argumentar lo justo y lo injusto de cada situación.  El sistema capitalista hace que en nuestras narices veamos convivir grandes opulencias con las realidades más paupérrimas.  Surgen preocupaciones que nos llevan a pensar cómo convivir con el menor grado de violencia, sin embargo con una enorme resistencia a dejar de lado este ‘algo más’ que buscamos afanosamente.  El legado de libertad que nos deja la modernidad, carga con este individualismo en el que cada uno debe arreglarse como pueda, y el razonamiento ‘civilizado’ nos organizó un estado que intenta ocuparse de esta convivencia lo menos violenta posible.  Todo esto nos representa un gran escenario nada sencillo, donde se produce un sistema de organización no planificado por nadie en especial, en el que todos/as participamos de una manera u otra y nos vemos envueltos en realidades que superan nuestras capacidades individuales.  Por esto hoy nos vemos involucrados en sistemas de explotación, que en el lenguaje capitalista se define como libertad de oferta y demanda, lugares muy difíciles de salir; clasificaciones de poderes adquisitivos que estipulan los límites de ese ‘algo más’ que le ‘corresponde’ a cada quién.

 

Un desafío que nos interpela hoy día es reflexionar en nuestras realidades sobre algunas cuestiones: por ejemplo sobre los factores que hacen reducir la búsqueda del legítimo y saludable trabajo como medio de sustento (junto a ello que ese sustento no exija explotación para poder conseguirlo); cómo revertir aquellas actividades remuneradas que roban la dignidad e integridad de niños, jóvenes y adultos (narcotráfico, trata de personas, coimas, hurtos, etc.); y particularmente en la propuesta del evangelio de hoy, replantearnos las concepciones de a quiénes le ‘corresponde’ o no algo más, y simultáneamente que ese ‘algo más’ que se pretende, no le esté quitando el pan o la posibilidad de progreso a o tros/as.

 

Fabián Paré.

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