A Propósito Del Día Internacional De La Mujer – Notas Para el Sermón Dominical

Cuídate mucho de hacer llorar a una mujer, Pues Dios cuenta sus lágrimas.  (El Talmud).

Si las mujeres hubiesen escritos los libros, estoy segura de que lo habrían hecho de otra forma, porque ellas saben que se las acusa en falso [1].

Cristina de Pizán, Épistre au Dieu d´Amours (1399).

TEXTO: Génesis 3. Efesios 2. 10.

Mientras me preparo para realizar mis notas para la reflexión dominical, escucho a una mujer en la plaza principal de nuestra colonia, seguramente compitiendo por un puesto popular, invitar a sus oyentes a votar por ella y sus proyectos para las mujeres, quienes también se hacen presentes en la explanada. Desde el sordo “alta voz” escucho palabras como éstas: “Las mujeres necesitan no programas, sino leyes que las protejan. Nosotras implementaremos (usando este clásico barbarismo) iniciativas de ley para que las madres solteras, las viudas, huérfanas y todas las mujeres tengan atención de toda índole. Nosotras valemos muchos (y como si se diera cuenta de los hombres que están, agrega), los hombres valen mucho. Todos valemos mucho”. Se escuchan aplausos. Su tono ha sido el de toda mujer que sabe hacer política.

Independientemente de que les creamos o no a los políticos y políticas, viene a mi mente aquellos tiempos cuando era imposible ver a una mujer al frente de un grupo, o a un grupo de mujeres dejar sus ocupaciones, ni siquiera poder salir de casa, para asistir a una especie de mitin, buscando beneficios para la ciudad (polis), como sucede ahora en algunos países de oriente, sobre todo musulmanes. Ni aun en la cuna de la democracia (Grecia) vemos a mujeres participar en la polis. Las mujeres ni siquiera eran ciudadanas. Sólo eran hijas o esposas de ciudadanos. Hasta los famosos filósofos, como Sócrates, Platón y Aristóteles, tenían una imagen negativa del sexo femenino (quizás exceptuando un poquito a Platón, quien abre un pequeño espacio para la mujer en La República). Cuando el sofista Protágoras dice: “El hombre es la medida de todas las cosas”, está hablando en serio; no está pensando en mujeres. Su mente es androcéntrica (andrós en oposición a ántropos). Esto no significa que no hubiera mujeres de talento en Grecia. Cómo olvidarse de aquella gran poeta, Safos, de la famosa isla de Lesbos, la cual reunió en torno suyo a un grupo de mujeres en el S. VI a.C., donde se formaban en el canto, la poesía y la danza, entre otras artes, pues a diferencia de Esparta, las mujeres no asistían a la escuela pública. Su formación se daba en casa. Eran por lo general, al igual que las grandes culturas antiguas, sumisas al varón. Pero eso no quería decir que no desafiaran en algún momento los convencionalismos sociales, instituidos  por los varones. Aristófanes, dramaturgo griego (444? – 385? A.C.) nos cuenta en una comedia, “Asamblea de mujeres”, cómo éstas se reúnen para protestar, no tanto por la guerra, sino por el amor (y el poder del sexo): “No “dormiremos” con nuestros esposos, si ellos se empeñan en hacer la guerra”. A través de una sátira cómica pero, por lo mismo, irónica, se propone que las mujeres deberían administrar la polis, puesto que son ellas quienes administran la oikos (casa). Tienen el poder para hacerlo, a raíz de la fuerza de su sexualidad.

En México también hubo y hay mujeres de mucho talento y educación, tanto así que la que nos representa hoy a nivel internacional en cuestiones teológicas no es un hombre, es una mujer, Elsa Támez. Sor Juana Inés de la Cruz, es reconocida por las teólogas como la primera mujer teóloga en América Latina [2].Recordamos a Gabriela Miranda, ahora en Costa Rica; a Eva Domínguez en España. Recordamos a la primera mujer Anciana de Iglesia y luchadora social, diputada honesta, la presbiteriana Evangelina Corona, sólo por mencionar algunas. A nivel internacional existen y existieron grandes teólogas, además de excelentes personas, en toda la palabra, como Dorothee Sölle, Marchella Althaus Reid. Doña Irene W. de Foulkes (todavía lleva el famoso genitivo que indica propiedad o pertenencia: “de”) y la famosa Elisabeth Schüssler-Fiorenza.  No se diga en otros campos en nuestro país como la literatura, la pintura, la música, etc.

La cultura hebrea no difiere mucho de la cultura griega. El primer libro de la Biblia, Génesis, narra cómo primero Eva, y después Adán, desobedecieron a Dios, comiendo de la fruta prohibida. De esta manera, explican ellos, la maldad entra en el mundo. Algo equivalente a la caja de Pandora en la cultura griega. De esta forma los seres humanos renuncian a Dios y, en consecuencia, al prójimo. La sentencia divina hacia la mujer es terrible: “… Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará” (Génesis 3. 16. Biblia del Peregrino). De aquí en adelante la mujer sufrirá toda clase de humillaciones, intolerancias, etc. En más de una ocasión será como mercancía, la cual se podrá comprar y vender. El cambio de nombre obedece también a un cambio de criterio en las relaciones. Adán ya no llamará a su compañera ishá, varona, como algo que ha nacido de él o como su extensión, sino la llama Havva, vitalidad, madre de los vivientes. Dará vida, pero se producirá en medio de cardos y espinos. Ella ya no será vista como mujer o como esposa, sino como madre. Algo como la virgen de Guadalupe entre los mexicanos. Está prohibido pensar en ella como mujer sensual o como novia (nadie dice “Mi novia (virgen) de Guadalupe), sino como madre: “La madre de los mexicanos”. En esta condición de una naturaleza caída, lejos de la gracia de Dios, habrá un pleito a muerte entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente (personificación del malo y de la maldad). La voz de Dios dice a la serpiente: “… pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo: él herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón” B.P.). Y claro, en esta condición caída, el hombre será el principal sujeto de agresión hacia la mujer. Dicho de otro modo, el varón será el principal agente del enemigo (Satanás, la Serpiente antigua) para llevar a cabo este pleito declarado entre ambos. Tan fuerte va a llegar a ser la discriminación y esta pelea  entre géneros, que los judíos en su ya conocida oración repetida a diario (dos veces), decían: “Alabado sea (refiriéndose a Dios), porque no me ha hecho gentil, porque no me ha hecho un inculto o un esclavo, porque no me ha hecho mujer” [3]. Y Flavio Josefo (historiador judío, de la época de Cristo) remató diciendo: “La mujer se encuentra en todos los aspectos debajo del varón” [4].

Pero la vida del hombre y de la mujer en el paraíso era muy distinta. Los planes de Dios habían sido (y son) que ellos vivieran plenamente entregados el uno al otro, para ser cuidados, respetados y amados, en toda la extensión de la palabra. Dios hablaba de ellos con cierto orgullo (en el buen sentido) y satisfacción. Cuando terminó toda su creación nos dice el narrador: “Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno” (Génesis 1. 31. Biblia del peregrino). Tob meod: bueno en grado excelente. Desde la perspectiva bíblica es el ser humano quien echa a perder esta condición y relación. Por eso Dios tiene que repensar el mundo. Él no está de acuerdo con ese tipo de dominación entre los seres humanos. Por eso envía a Jesucristo al mundo, para hacer posible esa nueva realidad entre todos, comenzando por reflejarse en eso que llamamos IGLESIA. Su pueblo es el que mejor debe reflejar esta igualdad de condiciones a un mundo dividido, perverso, que discrimina entre unas y otros. Su pueblo es quien predica a este Dios de la vida y de la unidad (ya no son más dos, sino uno), a este Señor del universo, el cual nos trata a todos y todas con amor y respeto.

Más adelante, el apóstol Pablo, seguramente teniendo el Génesis a la vista, dirá: “Pues somos su poema… “ (autoû gar esmen poiema: poema de él, lit.). Somos una obra maravillosa, realizada y concretada por Dios. Agrega el apóstol: “… creados por medio de Cristo Jesús para realizar las buenas acciones (ergoîs agatoîs) que Dios nos había asignado como tarea” (Efesios 2. 10. Biblia del peregrino). Creados maravillosamente para llevar a cabo esta tarea en el mundo. Se retoma esa tarea perdida un día en el paraíso, de proclamar y vivir esta buena nueva.

De otra manera, ¿de que nos sirve que Cristo, nuestro Señor, haya venido al mundo, si nuestras relaciones todavía se dan en un contexto de desigualdad y discriminación, como si viviéramos en el pasado? ¿Cómo los cristianos pueden alabar al Dios de la vida y de la paz, en un contexto de violencia familiar [5] y eclesial? Es triste que en muchas de nuestras iglesias se siga discutiendo si dejamos subir o no a la mujer al púlpito (o si hemos de ordenarlas). Hemos hecho del templo una idolatría (y del ministerio un monopolio). Asunto que en muchos lugares, como en Chiapas, por citar un solo caso, hace décadas que esa discusión se ha superado (desde niño yo recuerdo que mi madre, esposa de pastor, ya predicaba desde el púlpito. La ordenación, sin embargo, sigue estando pendiente). Las mujeres de la Biblia nos enseñan que creer en Dios en aquellos tiempos era una cuestión de valentía, ya que el contexto era un mundo dominado por hombres (y así se expresaron de Dios, como hombre). “Y aún así creyeron a Dios y les fue contada por justicia” (Hebreos 11). Creo que es por esas mujeres oprimidas y discriminadas, que aun así supieron confiar (y confían) en Dios, que podemos hablar de fe y de esperanza hoy. Son por las oraciones de tantas mujeres de fe que la gracia y la misericordia divina se hacen presentes todavía en nuestras iglesias. Dice Pablo en Efesios 2. 4 – 7: “Dios es rico en misericordia… estando nosotros muertos por los delitos, nos hizo revivir con Cristo… para que se revele a los siglos venideros la  extraordinaria riqueza de su gracia y la bondad con que nos trató por medio de Cristo Jesús” (Biblia del peregrino). El apóstol nos está declarando que la venida de Cristo al mundo nos hizo nacer de nuevos y este nuevo contexto es posible. Además agrega en 2 Corintios 5. 17: “De modo que si alguna está en Cristo, es una nueva creación. Lo antiguo pasó, ha llegado lo nuevo” (B.P.). ¿Por qué vivir con los patrones de una naturaleza caída, si en Cristo somos una nueva creación? De otra manera como decía Pablo: “Por demás murió Cristo”. Desde la iglesia de Gálatas nos llegan las siguientes palabras: “Ya no se distinguen judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, pues con Cristo Jesús todos sois uno” (se regresa a la unidad), Gálatas 3. 28 (Biblia del peregrino). O estamos con Cristo o en contra de él.

Recordemos la máxima bíblica dirigida a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo”.  Todo el que pelea en contra de la dignidad, la participación y el respeto de toda mujer, ya sabemos de qué lado lucha; pues como bien lo dice Esteban Voth: “Luego, se puede ver esta maldición como una declaración acerca de la eterna pugna que existirá entre el bien y el mal” [6]. Por otro lado, sabemos que la venida de nuestro Señor Jesucristo a la tierra, representa una esperanza a aquellas mujeres que viven sin fe y sin amor en el mundo. Por eso hemos dicho: Dios es también Dios de Evita, de Sarita, de Agarsita, de Rebequita, de Raquelito y Lea, de Lupita, de Juanita, etc, etc.  Las siguientes palabras del Talmud, son como un arma de dos filos, pueden denotar una clave de opresión o de libertad. Juzgue usted por cuenta propia:

 

“Quien no tiene mujer no tiene bien, no tiene alegría, no tiene bendición, no tiene sostén, no tiene religión, no tiene paz, no se puede llamar hombre”.

 

 

[1] Citado en Cristina de Pizán. La ciudad de las damas. Madrid, Ediciones Siruela, 2000, pág. 10.

[2] Véase Beatriz Melano Couch, “Sor Juana Inés de la Cruz. Primera mujer teóloga de América” en Equipo Seladoc. La mujer. Salamanca, Sígueme, 1990, págs. 23 – 34.

[3] Citado por Wolfgang Schrage. Ética del Nuevo Testamento. Salamanca, Sígueme, 1987, pág. 118.

[4] Ibid. (misma obra de arriba, misma página).

[5] Las estadísticas en México llegan a decir que siete de casa diez mujeres sufren violencia.

[6] Comentario Bíblico Hispanoamericano. Génesis (Primera parte). Miami, Ed. Caribe, 1992, pág. 92.

 

Edman Orel López Díaz
Chiapas, México
edman_orel@hotmail.com

 

 

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